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EL NOMBRE es una palabra que sirve para nombrar las cosas. Divídese en sustantivo, y adjetivo.

Del sustantivo editar

NOMBRE SUSTANTIVO es el que significa alguna sustancia corpórea o incorpórea, como: hombre, árbol, piedra, entendimiento, ciencia, virtud. Subsiste por sí mismo en la oración, sin necesidad de que se le junte otra palabra que le califique. Cuando decimos: salí de mi casa; entré en la Iglesia, los sustantivos casa, Iglesia, subsisten por sí mismos en la oración, sin expresar si la casa es grande, o la Iglesia es chica.

Del sustantivo como nombre común o nombre propio editar

EL SUSTANTIVO se divide en común y propio. El nombre común, también llamado apelativo, es el que conviene a muchas cosas y nombre propio es el que no conviene sino a una. Ciudad es nombre común a todas las ciudades, pero Toledo es nombre propio, porque no conviene sino a la ciudad llamada así. Villa es nombre común a todas las villas, pero Madrid es nombre propio de la que hoy es la capital de España. Y a este tenor, río, reino, y otros semejantes, son nombres comunes a todos los ríos y reinos; pero Tajo, Guadalquivir, Castilla, León, son nombres propios de los ríos y reinos así llamados. Hombre y mujer también son nombres comunes, porque el de hombre conviene a todos los hombres, y el de mujer a todas las mujeres; pero Fernando, Isabel, son nombres propios. No estorba para esto el que haya muchos pueblos y muchas personas de un mismo nombre, pues consiste en que unos tienen los nombres propios de otros, y de aquí ha resultado la necesidad de distinguirse los pueblos por alguna denominación como: Jerez de la Frontera, Jerez de los Caballeros; y las personas por sobrenombres, o apellidos.

Del género de los nombres editar

Nuestra lengua sólo conoce dos géneros en los nombres, el uno masculino, y el otro femenino. El primero conviene a los hombres y animales machos; y el segundo a las mujeres y animales hembras. Estos son los primitivos y verdaderos nombres de género masculino y femenino, porque su significación distingue los dos sexos. Exceptúanse algunos que convienen a hombre y mujer, como: virgen, mártir, testigo, pues se dice: el virgen y la virgen; el mártir y la mártir; el testigo y la testigo. Entre los nombres de animales hay algunos que por su significación son comunes a macho y hembra, pero por el uso son masculinos o femeninos. Son, por ejemplo, masculinos por el uso, ratón, milano, cuervo, aunque comunes por significación a macho y hembra; y son femeninos por el uso, águila, grulla, perdiz, aunque comunes por significación a hembra y macho. A estos nombres, llaman los Griegos y Latinos, epicenos; pero entre nosotros son de aquel género que señalan los artículos y adjetivos con que se juntan. Cuando se dice: el ratón chico, la perdiz mediana, no se puede dudar que ratón es masculino y perdiz femenino, porque así lo denotan los artículos y adjetivos: ni se ganaría nada en llamar epicenos a estos nombres, no consiguiéndose con ello distinguir los machos de las hembras. Si queremos distinguirlos tenemos otro medio fácil, usado y verdadero, diciendo: milano hembra o perdiz macho.

Los demás nombres que no significan macho ni hembra, se han ido agregando por el uso al uno o al otro género, y no se encuentra otra razón que esta para que roble sea masculino, y encina femenino.

Hay sin embargo algunos de estos nombres en que el uso no ha llegado a fijarse, como son: mar, puente, orden, pues unos los hacen de un género y otros de otro, y por eso suelen llamarlos ambiguos; pero tampoco pueden constituir diferente género, porque siempre son, o masculinos, o femeninos según los artículos y adjetivos que reciben. Mar y puente se usan más como masculinos, pues se dice: el mar océano, el mar Mediterráneo, el magnífico puente. Orden suele ser de diferente género según su diferente significación; es masculino cuando significa gobierno, método, o colocación, y así se dice: restableció el buen orden; el buen orden pide que se trate antes de lo fácil que de lo difícil; y es femenino cuando significa precepto o mandato, pues se dice: el supervisor le dio la orden de que no fuera tendencioso en sus ejemplos. También es femenino cuando significa alguna profesión o instituto porque, aunque se dice: el orden de Santiago, el orden de Santo Domingo, es para evitar la concurrencia de dos vocales, y nunca se dice en plural: los órdenes militares, ni los órdenes religiosos, sino: las órdenes militares y las órdenes religiosas.

Comoquiera, pues, que se encuentre esta ambigüedad en algunos nombres, nunca los saca de la clase de masculinos, o femeninos, y así nuestra lengua no conoce sino estos dos géneros.

Solamente se halla una especie de género neutro en el artículo lo, y en algunos pronombres de número singular acabados en o: como ello, esto, eso, aquello, porque cuando decimos: lo bueno es apetecible, eso es malo, aquello es peor; no aplicamos estos adjetivos a cosa que tenga género cierto y determinado.

Para conocer el género de los nombres no necesitamos recurrir a su significación ni a su terminación, como en la lengua latina, que carece de artículos. Las reglas que se estableciesen para conocer el género por la significación o por la terminación de los nombres, serían, en el castellano, largas, embarazosas y llenas de excepciones, como lo son en el latín.

Nosotros tenemos en los artículos y adjetivos un medio fácil y seguro para distinguir los géneros de los nombres. Una vez sabido que los artículos el y la sirven para los nombres masculinos y los femeninos respectivamente, pocas veces se podrá dudar del género de los nombres, porque diciendo: el papel, la carta; aquellos artículos el y la, declaran que papel es masculino y carta femenino.

Sólo puede quedar duda cuando para evitar la concurrencia de vocales damos artículo masculino a los nombres femeninos que empiezan con vocal, como: el agua, el alma. En estos casos en que el artículo no puede servir de regla para conocer el género del nombre, se recurre a los adjetivos buscando alguno que tenga dos terminaciones, como: claro, clara, santo, santa. Sábese ya por el uso de la lengua que no se puede decir el agua claro, ni el alma santo, sino el agua clara y el alma santa; luego, agua y alma son de género femenino, porque admiten adjetivos acabados en a, que son femeninos.

Puede todavía quedar duda cuando el adjetivo es de una sola terminación y no se sabe fingir de pronto otro adjetivo de dos terminaciones: v. g. oye uno decir, o ve escrito: el agua dulce, y quiere saber de qué género es este nombre agua. El artículo no le basta para salir de la duda, porque como agua empieza por vocal, puede haber recibido artículo masculino en lugar de femenino por elegancia y uso de nuestra lengua para evitar la concurrencia de vocales. El adjetivo dulce tampoco le puede enseñar el género, porque no acabando en o, ni en a, sabe ya que dulce es adjetivo de una sola terminación que conviene al nombre masculino y al femenino. No se le ocurre prontamente para salir de la duda otro adjetivo o adjetivos de dos terminaciones, como: claro, clara; turbio, turbia. ¿Qué recurso entonces? Mudar el artículo y el nombre de singular en plural. Verá que no se puede decir los aguas, sino las aguas, y esto le enseñará que agua es femenino.

Es tan cierta y sin excepción esta última regla, que solo con ella se pueden saber los géneros de todos los nombres de nuestra lengua que admiten artículos y tienen plural, y valerse solamente para los demás o de los artículos en singular (en los nombres que los admiten) o de los adjetivos.

Del número de los nombres editar

LOS NÚMEROS DE LOS NOMBRES son dos. El que significa uno es del número singular, como: hombre, mujer, y el que significa de dos en adelante, por muchos que sean, es del número plural, como: hombres, mujeres.

Los nombres acaban en el singular de varias maneras; pero en el plural todos acaban en s. Los que en el singular acaban en vocal no aguda, forman el plural añadiendo una s, como: carta, cartas, libro, libros. Los acabados en vocal aguda, forman el plural añadiendo es, como: albalá, albalaes: borceguí, borceguíes: alhelí, alhelíes. Maravedí tiene tres plurales maravedíes, maravedís, y maravedises. El segundo es el más usado. Los nombres que en singular acaban en consonante, forman el plural en es, como: verdad, verdades: real, reales: pan, panes: amor, amores: mes, meses: reloj, relojes: cruz, cruces.

La mayor parte de los nombres tienen número singular, y plural, porque hay uno, y muchos hombres: una, y muchas mujeres: uno, y muchos árboles, pero hay algunos que tienen singular, y no plural, y otros que tienen plural, y no singular. Debieran no tener plural los nombres que significan alguna cosa única, como: Mundo, Sol, Luna, y los demás planetas: los nombres de los cuatro elementos, y otros semejantes; pero el uso quiere muchas veces lo contrario, pues se dice: El Rey es Emperador de dos mundos. Los soles son picantes. No todas las lunas son buenas para cortes de madera. Reinan aires nortes. Viene de remotas tierras. De los hierros el mejor es el de Vizcaya.

Tampoco debiera tener plural el nombre adjetivo uno, pues parece que repugna a su significación; pero sin embargo se dice: unos bueyes, unas vacas: los cuatro unos por ciento.

Pudiera darse razón de este uso diciendo, por ejemplo, que el plural mundos se usa después del descubrimiento de la América, llamada por su gran extensión, nuevo mundo. Que el plural soles no está allí por el planeta, sino por sus efectos. Que el de lunas está por lunaciones. Que tierras no está por el elemento, sino por algunas regiones, o partes de la tierra, y a este tenor todos los demás; pero esto pediría una continuada explicación, y al fin vendríamos a parar en que se halla plural a estos nombres.

No pudiéndose establecer regla general, bastará advertir, que algunos nombres, o no tienen plural, o le tienen rara vez, como son los siguientes.

De los nombres de las cuatro partes del Mundo, Europa, Asia, África, y América, los tres primeros nunca tienen plural. El cuarto suele tenerle, pues decimos: las dos Américas, para denotar las dos partes septentrional, y meridional de la América.

Muchos nombres de reinos como: Francia, Inglaterra, Cerdeña, Polonia, Suecia, tampoco tienen plural. España solo le tiene cuando en los dictados del Rey nuestro Señor se dice: Rey de las Españas, aludiendo a que en tiempo de los Romanos estuvo dividida en citerior, y ulterior. La misma división tuvo Sicilia, pues lo que hoy es reino de Nápoles se llamaba Sicilia citerior, y la Isla de Sicilia, ulterior: de donde viene que el Rey nuestro Señor se intitula: Rey de las dos Sicilias.

Lo propio que de los reinos se puede decir de las provincias, ríos, montes, pues aunque comúnmente carecen de plural, algunas veces suelen tenerle, como cuando se dice: las Andalucías para denotar la alta, y baja en que se divide Andalucía.

Los nombres de pueblos no tienen plural en la significación, pero muchos le tienen en la terminación, como: Dos Barrios. Dos Hermanas. Tres Casas. Cien Pozuelos. Las Navas. Las Brozas. Los Hoyos. Los Balbases. Casas Buenas. Menas Albas. Palacios Rubios.

Y otros muchos. También suelen comprenderse bajo de un plural dos pueblos cercanos de un mismo nombre, como: los Velez: los Carabancheles.

Los nombres de algunas artes, ciencias, y profesiones tampoco tienen plural, como: Arquitectura, Astronomía, Agricultura. Otros le tienen, pues se dice: la Matemática, y las Matemáticas. Los nombres propios de personas no tienen plural, aunque familiarmente suele decirse: los Pedros, las Marías, para denotar el conjunto de los que tienen estos nombres.

Los nombres adjetivos de algunos mares que se usan como sustantivos, tampoco tienen plural, como: el Océano, el Mediterráneo, el Adriático, el Báltico.

Tampoco tienen plural algunos nombres colectivos, como: la Infantería, la Caballería, la Artillería, el Catolicismo, el Cristianismo; y otros semejantes, que hallarán los curiosos. Estos basten por ejemplo.

Al contrario de los nombres referidos que no tienen plural, hay otros que tienen plural, y no singular, como son: Casas Buenas. Menas Albas. Palacios Rubios. Albricias. Alforjas. Angarillas. Bofes. Exequias. Livianos. Parias. Parrillas. Puches. Rehenes. Tenazas. Tijeras. Trébedes. Víveres.

No es esto tan general y sin excepción, que alguna vez no se usen algunos de estos nombres en singular diciendo: echó la tijera: previno la alforja: hacer tenaza; pero pueden reputarse como nombres plurales, porque rara vez se usan en singular.

La regla más segura para distinguir los nombres que carecen de número singular, o plural, es valerse de los artículos. Todo nombre que no admite sino el artículo el, o la no tiene plural. Todo nombre que no admite sino el artículo los, o las no tiene singular. Los nombres que admiten unos y otros artículos, tienen singular, y plural.

De la declinación de los nombres editar

DECLINACIÓN en la Gramática latina es la variación de un mismo nombre en diferentes casos, o terminaciones con distinta significación. Por ejemplo, el nombre Dominus, que significa señor, se declina, o varía en latín por las seis terminaciones, o casos siguientes. EN SINGULAR. Dominus : el señor. Domini : del señor. Domino : para el señor. Dominum : al señor. Domine : señor. à Domino : por el señor. EN PLURAL. Domini : los señores. Dominorum : de los señores. Dominis : para los señores. Dominos : á los señores. Domini : señores. á Dominis : por los señores.

Nuestra lengua no admite esta variedad de casos, o terminaciones en los nombres, y solo conoce diferencia entre el singular, y el plural de ellos, según queda visto en el ejemplo que precede, y está explicado anteriormente, donde se dice como se forman los plurales.

Para expresar el diferente oficio que cada caso tiene en latín nos servimos de preposiciones, como también queda indicado en el mismo ejemplo precedente.

De varias especies de nombres editar

Habiendo tratado hasta aquí de lo más principal que debe saberse en cuanto a los nombres sustantivos, y adjetivos, tendrán lugar en este artículo sus diferencias, o especies.

Nombres primitivos.

Los nombres que no nacen de otros de nuestra lengua se llaman primitivos, como: tierra, monte, palacio. Aunque estos nombres vienen de la latina, y otros vengan de otras, se llaman entre nosotros primitivos, pues de lo contrario quedarían muy pocos en el castellano.

Derivados.

Los que nacen de nombres primitivos se llaman derivados, como: de tierra, terreno, terrestre, terrenal, terruño. De monte, montesino, montero, montería, montaraz. De palacio, palaciego; y así los demás. En los nombres derivados se comprenden los gentílicos, ó nacionales, patronímicos, aumentativos, y diminutivos.

Gentílicos, ó nacionales son los que denotan de qué gente, nación, o patria es cada uno, como: de España, Español: de Castilla, Castellano: de León Leonés: de Aragón, Aragonés: de Andalucía, Andaluz: de Toledo, Toledano: de Sevilla, Sevillano: de Extremadura, Extremeño: de Madrid, Madrileño.

Patronímicos son los nombres que en lo antiguo significaban filiación, como: Álvarez que valía hijo, ó hija de Álvaro: Sánchez, de Sancho: Fernández, de Fernando.

Formábanse del nombre propio del padre mudando la o final en ez. De Mendo, Ordoño, Nuño, salían Méndez, Ordóñez, Núñez. Exceptúase Munio, ó Muño, de que se formó Muñiz, y Muñoz. Los nombres propios acabados en yo mudaban esta sílaba en ez, y salían: de Pelayo, Peláez: de Payo, Páez. Los acabados en otra cualquiera vocal adquirían al fin una z, y salían: de Día (que es Diago y Diego) Díaz: de Lope, López: de Enrique, Enríquez: de Roi, ó Rui (que es Rodrigo) Ruiz. A los nombres propios acabados en cualquiera consonante se les añadía ez, y salían: de Lain, Láinez: de Antolin, Antolinez: de Martín, Martínez.

De algunos nombres propios, como de Alfonso, y Manuel no se acostumbraba sacar patronímicos, y ellos mismos solían servir de tales. Así se ve que varios hijos de Don Alfonso el IX de León usaron por patronímico el nombre de su padre, como fueron, entre otros, Don Martín, Doña Urraca, Doña Sancha Alfonso; y Don Juan Manuel hijo del Infante Don Manuel, y nieto de San Fernando usó también del nombre de su padre en lugar de patronímico. García se halla usado como nombre propio, y como patronímico, aunque también se encuentra Garcés y Garcíes, que parecen derivados suyos.

Hasta el reinado de Don Alonso el XI, o poco antes, solo los hijos usaban de patronímicos derivados de los nombres propios de sus padres, y no pasaban á los nietos. Después se fueron haciendo perpetuos, y hereditarios en las familias; y hoy se llaman apellidos patronímicos, pero son verdaderos nombres adjetivos, derivados de nombres propios primitivos de personas.

Nombres aumentativos son los que aumentan la significación del primitivo de donde se derivan, como: de hombre, hombrón, hombrazo, hombronazo, hombrachón. De mujer, mujerona, mujerzaza, mujeronaza. De grande, grandón, grandote, grandazo, grandonazo.

Algunas veces se usan por elogio, como hombrón, que se suele decir por hombre de gran sabiduría. Otras denotan desproporción y desprecio, como: mozón, caballazo. Otras significan solamente gran corpulencia o tamaño, como: mocetón, mocetonazo, torazo, perrazo.

Los acabados en azo suelen significar dos cosas diferentes, como: zapatazo, zapato grande, y golpe dado con zapato.

Diminutivos son los nombres que disminuyen la significación de los primitivos de que se derivan, como: de hombre, hombrecito, hombrecico, hombrecillo, hombrezuelo. De mujer, mujercita, mujercica, mujercilla, mujerzuela. De chico, chiquito, chiquillo, chicuelo, chiquituelo, chicote. De chica, chiquita, chiquilla, chicuela, chiquituela, chicota.

Los acabados en ito, y en ico se usan por lo común para mostrar cariño, y aun alguna vez los en illo; pero los en elo siempre denotan desprecio, como: mozuelo, mozuela, muchachuelo, muchachuela.

Así los aumentativos como los diminutivos se forman igualmente de sustantivos que de adjetivos, y para ello tiene nuestra lengua tanta libertad, y facilidad, que seria en vano querer dar ejemplo de todas las formas, y ha parecido bastante apuntar las más usadas.

Colectivos.

Llámanse nombres colectivos los que significan muchedumbre, porque bajo de un solo nombre se recogen, o comprenden muchas personas, o cosas, como: ejército, que significa muchos soldados: rebaño, muchas ovejas: arboleda, muchos árboles. A esta semejanza son nombres colectivos tropa, multitud, infinidad, población, junta, senado, plebe, gente, gentío, plantel, plantío, viña, olivar, y otros muchos.

Verbales.

Nombres verbales son los que nacen de verbos, como: de andar, andador, andadura, andadero, andariego: de correr, corredor, correduría, corrimiento: de hacer, hacedor, hacedero, hacimiento, hechura; y otros semejantes. Algunos de los acabados en or son dudosos, porque no se sabe si el nombre viene del verbo, ó el verbo del nombre, como: amor, olor, dolor, sabor, que pueden venir de amar, oler, doler, saber, ó al contrario: aunque bien pueden reputarse por iguales en el origen.

Compuestos.

Llámanse nombres compuestos los que se componen de palabras castellanas enteras, o con alguna mutación, como de dos sustantivos catricofre: de dos adjetivos, verdinegro: de sustantivo, y adjetivo, boquifruncido, boquituerto, cabizbajo, cañilavado, cuellicorto, cuellilargo, perniquebrado, rostrituerto: de verbo, y nombre, portacartas, portapaz: de verbo y adverbio pujavante: de preposición y nombre traspié: de dos verbos y conjunción, vaivén.

Estos, y otros semejantes son verdaderos nombres compuestos en nuestra lengua, porque constan de palabras castellanas, aunque algo desfiguradas en la composición. Otros que llaman compuestos, como: adhesión, exaltación, reducción, conducción, persuasión, influencia, no lo son respecto de nosotros, sino respecto de los latinos de quienes los tomamos.

Positivos, comparativos, y superlativos.

Los nombres adjetivos que solo denotan alguna calidad sin hacer comparación con otros, se llaman positivos, como: bueno, malo, grande, chico. Los que hacen comparación con estos se llaman comparativos, como: mejor, peor, mayor, menor, superior, inferior. Y los que sin hacer comparación denotan calidad en grado superior, se llaman superlativos, como: bonísimo, malísimo, altísimo, bajísimo.

Numerales.

Los nombres de número que sirven para contar, se llaman numerales, y se dividen en absolutos, o cardinales: en ordinales: en colectivos; y en partitivos. Los cardinales, y ordinales son adjetivos: los colectivos, y partitivos son sustantivos.

Absolutos, o cardinales son los que sirven absoluta, y sencillamente para denotar el número, como: uno, una, dos, tres, cuatro, cinco, seis, siete, ocho, nueve, diez, once, doce, trece, catorce, quince, diez y seis, diez y siete, diez y ocho, diez y nueve, veinte, treinta, cuarenta, cincuenta, sesenta, setenta, ochenta, noventa, ciento, mil. Llámanse cardinales del nombre latino cardo inis que significa quicio, porque son como entrada, y principio de los demás nombres numerales.

Ordinales son los nombres de números que denotan el orden, o colocación de unas cosas respecto de otras, como: primero, primera, segundo, tercero, cuarto, quinto, sexto, séptimo, octavo, nono, décimo, undécimo, duodécimo, décimo tercio etc. Algunos de estos nombres ordinales acaban también en eno, como: noveno, deceno, onceno, doceno, catorceno.

Colectivos son los que significan una cantidad determinada de cosas, como: docena, centenar, millar, millón. En la Poesía son de esta clase los nombres cuarteta, quintilla, décima, y los tercetos, y cuartetos de los sonetos.

Partitivos son los nombres que significan partes de un entero, como: mitad, tercio, quinto, diezmo, tercia, cuarta, como: la mitad, el tercio, o el quinto de los bienes: el diezmo de la cosecha: una tercia, o una cuarta de paño.

Adjetivo editar

NOMBRE ADJETIVO es el que se junta al sustantivo para denotar su calidad, como: bueno, malo, blanco, negro. El adjetivo no puede estar en la oración sin sustantivo expreso, o suplido. Está expreso cuando decimos: hombre bueno; y suplido cuando decimos: el bueno ama la virtud: o el azul de este paño es muy subido; porque se suplen los sustantivos hombre, y color. En estos casos se dice que los adjetivos están sustantivados, o que se usan como sustantivos.

Hay adjetivos de dos terminaciones, la una en o para el sustantivo masculino, y la otra en a para el femenino, como: hombre blanco, mujer blanca. La terminación del masculino sirve también para el artículo lo, y para algunos pronombres neutros acabados en o, como se dirá en su lugar.

Otros adjetivos hay de una sola terminación, como grande, que sirve para todos los sustantivos sean masculinos, o femeninos expresos, o suplidos; y para el artículo y pronombres neutros, y así se dice: hombre grande, mujer grande, lo grande, esto, eso, ó aquello es grande.

De estos adjetivos de una sola terminación los más acaban en e, como: grande, grave, triste, alegre, dulce, suave, insigne, solemne, sublime.

Otros en l, como: paternal, maternal, filial, igual, fiel, vil, varonil, femenil, sutil, fácil, difícil, débil, azul.

Otros en r, como: secular, familiar, particular, mayor, menor, mejor, peor.

Otros en z, como: capaz, tenaz, locuaz, veraz, soez, feroz, atroz, veloz.

Pocos acaban en n, como: ruin, común; y muy raros en i, como: baladí.

Así los adjetivos de dos terminaciones, como los de una, tienen en ellas las excepciones siguientes.

Los adjetivos bueno, malo, uno, alguno, ninguno, primero, postrero, pierden siempre la última vocal cuando se ponen delante de sustantivos, como: buen señor, mal hombre, un Rey, algún reino, ningún reinado, al primer sueño, al primer encuentro, el postrer Rey de los Godos, el postrer duelo de España.

El adjetivo Santo pierde la última sílaba cuando se pone antes de los nombres propios de los Santos, como: San Pedro, San Pablo, San Juan. Exceptúanse Santo Tomas, Santo Toribio, y Santo Domingo. También la pierde el adjetivo ciento antes de sustantivo, como: cien ducados.

El adjetivo grande unas veces pierde la última sílaba antes de sustantivo, y otras no la pierde. Dícese: un gran caballo: un gran caballero; y también se dice: un grande hombre.

El adjetivo tercero unas veces pierde la última vocal antes de sustantivo, y otras no, pues se dice: al tercer día, y al tercero día.

Para que tengan lugar estas excepciones, no es preciso que precedan inmediatamente los adjetivos a los sustantivos, pues suele interponerse otro adjetivo, y así se dice: un hombre, y un buen hombre.