«El otro, inclinada la cabeza, frota el suelo con el taco del botín, como los boxeadores que en un ángulo del ring pulverizan la resina con la suela mientras esperan que suene el gong. La visera de su casco de acero le proyecta un semicírculo de sombra hasta los labios.» Arlt, Roberto (1931). «Día domingo», Los lanzallamas.