Recuerda que nadie había venido a su encuentro y que ella misma hubo de abrir la tranquera, [...]María Luisa Bombal. La Última Niebla. Capítulo La Historia de María Griselda. Página 71. Editorial: Revista VEA. 1987.
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Cada uno de los dos postes de madera, con agujeros equidistantes, que se hincan en tierra uno frente al otro y se atraviesan por tres, cuatro o cinco trancas horizontales movibles, para impedir la entrada y salida.[3][2]