Hasta llegar a esta frase, el desarrollo de la escritura ha recorrido un camino muy largo. No hablo ya de gramática, de construcción del idioma o del significado de las palabras, sino simple y llanamente de cosas que tenemos tan interiorizadas como que una A es una a, que I y l son dos letras diferentes o que el orden correcto para intentar leer estas líneas es de izquierda a derecha, empezando por arriba. Ese tipo de cosas a las que no solemos prestar atención. En este sentido, uno de los conceptos sobre tipos de escritura que más me gusta es el de bustrófedon. Una palabreja culta, cogida directamente del griego, que designa una manera curiosa de escribir, al menos desde nuestro punto de vista. Bustrófedon, como casi todos los cultismos compuestos, lleva en sí mismo su significado. Proviene de la combinación de dos palabras griegas: el sustantivo βοῦς (buey) y el verbo στρέφειν (dar la vuelta). Vamos, que bustrófedon significa, literalmente, dar la vuelta al modo como lo hace un buey. Cristalino, ¿verdad? Y es que un bustrófedon es justo eso. Escribir simulando el movimiento que hace una pareja de bueyes al arar un campo. Es decir, alternando un sentido de izquierda a derecha en una línea con un sentido de derecha a izquierda en la siguiente. […] No me negaréis lo poético del asunto, al hacer que el flujo de la escritura se asimile, como concepto, al arar un campo, sembrando letras como quien siembra cereales. Al final, todo va de alimento siempre.Alberto Reche. «Bustrófedon, el sinuoso camino de las letras». 12 may 2014.