Del latín tardío camellus, y este del clásico camelus, del griego antiguo κάμηλος (kámēlos), tomado de alguna lengua semita1, quizás el hebreo antiguo גמל (gamal), en cualquier caso del protosemita *gamal-. Compárese el francés chameau (antiguo chamel) o el italiano cammello; las lenguas germánicas tomaron preferentemente el etimo clásico, y no muestran por tanto geminación de la consonante: alemán Kamel, inglés camel, neerlandés kameel.