Por lo demás, Nemesio Cabra Gómez no parecía individuo digno de confianza. Se limitó a tratarlo con cierta consideración y a prestar oídos sordos a cuantas insensateces quiso proferir el inoportuno confidenteEduardo Mendoza. La verdad sobre el caso Savolta. Página 277. Editorial: Seix Barral. Barcelona, 1994.
El resultado de tanta insensatez fue que la emperatriz pasara a aborrecer la hípica, cosa de la que María Festetics se alegró, pero sólo en parte: la pérdida de dicha afición sumió a Elisabeth en una melancolía perniciosa que la empujó a viajar de un lado a otro del MediterráneoAna María Moix. Vals Negro. Página 188. Editorial: Lumen. Barcelona, 1994.